Por Roberto Villablanca M.Asesor Proyecto GEF-Marino, Atacama.
El borde costero de nuestra región, donde se combinan la aridez del desierto con las aguas ricas en nutrientes de la corriente de Humboldt, durante las últimas décadas ha experimentado una serie de presiones por parte del hombre. Estas presiones de origen antrópico relacionadas con la ocupación del territorio para la realización de diferentes actividades económicas, directamente o indirectamente han modificado el paisaje y los procesos naturales que ocurren en el ecosistema costero. Es sabido el impacto que se genera por las actividades pesqueras sobre el ambiente marino, las que en su mayoría se encuentran en un estado de plena explotación, con gran parte de los principales recursos hidrobiológicos en franca disminución, lo que además de tener consecuencias ambientales, conlleva también un tremendo impacto socioeconómico en quienes por años han realizado la actividad.
Como una manera de frenar esta acelerada pérdida de recursos y el deterioro del ecosistema costero, el Gobierno de Chile, con aportes del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF en inglés), puso en ejecución la implementación de una política de creación de áreas marinas y costeras protegidas de múltiples usos a lo largo de la costa chilena. Una de estas áreas protegidas, conocida como Isla Grande de Atacama, se encuentra en la comuna de Caldera, específicamente entre el Morro Copiapó y la desembocadura del río Copiapó. Allí se pretende combinar la conservación del patrimonio natural, las actividades productivas de bajo impacto, el manejo a escala local de los recursos naturales, el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes y la suficiencia económica del área bajo protección.
Como resultado de un taller realizado recientemente, donde se expusieron los resultados de la evaluación del estado de condición de los recursos naturales del área protegida, los diferentes científicos y técnicos a cargo de los estudios entregaron una serie de recomendaciones, las que a partir de un proceso de construcción participativo, deben formar parte de los distintos programas (manejo, administración, fiscalización, monitoreo, extensión, etc.), que nos entreguen las normas y reglas para un adecuado funcionamiento del espacio protegido. Uno de los recursos más críticos en Isla Grande de Atacama, lo constituyen las macroalgas pardas también conocidas como huiros. Estos son organismos ingenieros que estructuran los ecosistemas costeros, o sea, que su presencia en el ambiente incrementa el número de hábitats y por lo tanto la diversidad de especies asociadas. Además de su importancia ecológica, en Chile los huiros tienen importancia social y económica. La importancia social radica en que la pesquería de huiros es marginal, es de libre acceso a todas las personas, y constituye el sustento para muchos buzos y “algueros”. La importancia económica se debe a que históricamente, por más de cincuenta años, las macroalgas han sido explotadas para la extracción de geles, utilizados en la industria farmacéutica, de alimentación, etc. Sin embargo, la demanda de huiros por el mercado de los geles y por el incipiente desarrollo del cultivo de abalones que utiliza estas algas como alimento, ha incrementado linealmente los volúmenes cosechados, afectando principalmente las poblaciones del norte de Chile (I a IV Región). Es en este contexto que los huiros distribuidos dentro de los límites del área protegida han sido afectados por la explotación a través de cosechas o por recolección de algas varadas desprendidas naturalmente.
Dentro de las recomendaciones, se sugiere que cuando se extrae el Huiro Negro y el Huiro Palo (Lessonia spp), se deben extraer completamente las plantas más grandes, incluyendo su disco de fijación, entresacando plantas y evitando volver a cosechar en la misma área en los próximos 4-6 meses. Estas simples recomendaciones de manejo permiten liberar espacio para futuros asentamientos de plantas juveniles (reclutamiento) y mantienen una población de adultos reproductivos. En contraste, los científicos sugieren que la explotación de las poblaciones del Huiro Canutillo o Flotador (Macrocystis integrifolia) debe ser prohibida debido principalmente a su distribución fragmentada, esto es, en parche, a su baja abundancia y a su baja capacidad para renovar sus poblaciones. La excepción debiera ocurrir en el caso de existir un adecuado programa de cosechas dentro de las áreas de manejo de los pescadores artesanales, con planes de cosecha para esta alga o en áreas donde las poblaciones tengan un co-manejo entre pescadores artesanales y empresas. Estas y otras recomendaciones, deben ser discutidas con los usuarios de los recursos y con la autoridad pesquera, de manera de consensuar normativas cuyo objetivo sea equilibrar la disminución de las presiones a las que está sujeto el borde costero y sus recursos y la actividad pesquera.